* Antonio Aracre. Economista y consultor
Cómo dos países similares al nuestro en extensión geográfica, calidad de sus recursos humanos y disponibilidad de industrias competitivas, Australia y Canadá, lograron convertirse en economías potentes.
Cuando las posibilidades de Javier Milei de acceder a la presidencia crecieron significativamente allá por mediados de 2023, lo propio ocurrió con una serie de aseveraciones, falsas, vinculadas a la economía y al sistema republicano de gobierno.
«Los gobiernos liberales no generan desarrollo económico. Javier Milei profundizará la pobreza y la desigualdad. Vamos a un modelo de país estilo Perú. Un país sin industria pesada tipo automotriz o electrónica no crea puestos de trabajo. Un estado ausente en el mundo de los negocios profundiza una injusta distribución de la riqueza y resigna soberanía. La Libertad Avanza va a cerrar el Congreso y desoirá las sentencias judiciales», decían.
Algunas de las mentiras que circularon en campaña tratando de infundir miedo a la población sobre las siete plagas de Egipto que caerían si Milei fuera electo presidente, como si hasta entonces hubiéramos vivido «El país de las maravillas» como Alicia.
El relato de la oposición hoy sigue siendo el de preanunciar la catástrofe. Precios libres, desregulación económica, libre contratación de alquileres, combustibles en precios internacionales… todo esto nos llevaría en poco tiempo a un estallido social, predican. Los más osados se pasean por canales y radios proyectando un rápido desenlace y un recambio del poder.
Cuando el índice de precios al consumidor bajó 5 puntos en enero, y 7 en febrero, comenzaron a difundir proyecciones de caída masiva de la recaudación que nos volverían a llevar “indefectiblemente” al mal sendero del déficit fiscal en febrero porque el ajuste propuesto “no es sustentable”. Esto no sólo no ocurrió, sino que en febrero el superávit volvió, incluso a nivel financiero: el primario fue suficientemente alto para poder pagar los intereses de la deuda. Inédito en la Argentina de las últimas décadas.
Ahora dicen que el tipo de cambio derrapará pronto porque “está atrasado” sin comprender la dinámica del fenómeno cambiario y las expectativas externas. Ojalá subiese un poco. Le vendría bien a la economía pero la realidad es que en los próximos meses entran los dólares de la cosecha gruesa, y en un contexto de granos a la baja, todo parece indicar que tendremos un nivel de liquidaciones récord en el segundo trimestre. Se insinúa una balanza comercial muy positiva este año, que no descartaría una salida del cepo anticipada para lograr un valor del dólar más competitivo, aún sin recibir una nueva remesa del FMI.
La última letanía de los profetas del fracaso reza, ante lo inapelable, que bien podría ser que el gobierno logre ser exitoso en dominar la macro, pero que nunca este modelo liberal basado en maximizar la producción de nuestras industrias “primarizadas”, con un contexto de apertura al comercio internacional, logrará acelerar la recuperación económica, que pronostican como L, en vez de como V.
Y se ufanan de sus prejuicios repitiendo una y otra vez que si el mercado interno no se reactiva, las industrias que lo abastecen desaparecen dejando cientos de miles de desocupados a su paso. No pueden concebir un país desarrollado sobre la base del crecimiento sostenido de las industrias donde el país tiene ventajas competitivas y comparativas frente al mundo, exportando aquello en lo que somos buenos e importando lo que otros producen más baratos que nosotros.
Dos países similares al nuestro en extensión geográfica, tamaño poblacional, calidad de sus recursos humanos y disponibilidad de industrias competitivas, Australia y Canadá lo lograron. Canadá es la novena economía del mundo. Sus principales industrias son la agricultura, las energías renovables, el sector forestal, la minería, los metales y minerales raros, la pesca, el petróleo y el gas. Muy similar a nuestro país, salvo por una población menor a la argentina, apenas por arriba de los 40 millones de habitantes. Pero tienen un PBI per cápita de 55 mil dólares mientras que el nuestro no llega a 12 mil
Australia por su parte, también es fuerte en agricultura, ganadería, minería, alimentos y siderurgia. Pero decidió además agregar valor a partir de una fuerte apuesta educativa, con una especialización en servicios financieros y construcción. Tiene un PBI total que duplica al nuestro y la mitad de población, con lo que su PBI per cápita es cinco veces el de Argentina.
Está claro que no necesitamos subsidiar la producción de autos, electrónicos o indumentaria para generar trabajo de calidad, alcanzar el desarrollo y desterrar la pobreza. ¿Cuáles son las claves entonces para copiar los modelos de estos países?
Baja del gasto público y lograr superávit financiero, para baja también el riesgo país. Con la caída del riesgo país reaparece el crédito privado como principal movilizador de la economía (el Estado a la par debe dejar de ser el principal tomador de préstamos en el sistema financiero). Y al lograr estabilidad económica (inflación, tipo de cambio, tasa de interés), vuelve el crédito hipotecario y se reactiva la Construcción como madre de industrias.
La reforma impositiva y la desregulación económica favorecen la inversión productiva apalancada en leyes sustentables si el Congreso las acompaña. Una nueva ley laboral estimula el empleo en las PYMES que se reconvierten como proveedoras de las industrias más competitivas. La economía informal encuentra cada vez menos incentivos para permanecer afuera del sistema y perderse los beneficios del nuevo modelo económico. Esto es lo que “vemos” los que la vemos. Es un presente duro pero con una zanahoria demasiado esperanzadora como para bajar los brazos ahora.