Cuando Lautaro Vilo tenía 13 años tuvo una revelación. Vio una obra de teatro donde planeaban el asesinato del zar de Rusia, pero el hombre que tenía que ejecutarlo cuenta consternado que no pudo porque con la dinamita en la mano ve que a bordo del carruaje iban los pequeños sobrinos del zar. Cuando termina, Lautaro busca entre los actores a los niños que había visto de manera clara pero no los encuentra: se los había imaginado. “Eso definió mi trabajo, querer hacer teatro”, dice hoy a sus 47 años al volver a su tierra natal para presentar por primera vez una obra escrita y dirigida por él.
«El Bien» llegará a Cipolletti y Plottier después de cuatro temporadas exitosas en la cartelera porteña con la gran actuación de Verónica Pelaccini, interpretando a Guadalupe, una madre y agente inmobiliaria que se convierte en “un volcán a punto de entrar en erupción” a raíz de una aventura amorosa que tiene con el padre de la mejor amiga de su hija en la escuela.
Inspirado en la intensidad de los vínculos entre padres y madres de los compañeritos del colegio, Lautaro Vilo usó ese espacio para potenciar la idea del romance extramatrimonial: “De golpe entre padres se genera una camaradería y un compartir diario desde maternal hasta secundaria que a veces es mucho más intenso que con tus propios amigos, que te ves una vez a la quinientas y compartís un montón de gustos, pero después en la diaria te salva y vos salvás a alguien con quien no tenés un pito que ver”.
Verónica, su esposa y la protagonista
Lo llamativo es que en la vida real, Verónica Pelaccini es la esposa de Lautaro Vilo y madre de su hija, de ahí que el director haya escrito la obra pensando en sus aptitudes y el vínculo que los une. “Nunca habíamos hecho algo juntos excepto todo lo demás”, admite el dramaturgo neuquino que vive en Buenos Aires y asegura que durante la pandemia encontró el momento ideal para escribir “El Bien”.
De entrada supo que sería un unipersonal “precisamente porque me parece una actriz histriónica con la capacidad de cargarse una obra sola, que puede ser cómica y dramática”.
Lautaro dice que el disparador de la obra es una herencia familiar. Guadalupe tiene que resolverla y una amiga del grupo de los “papu/mamuamigos” de la escuela le ofrece la ayuda de su marido, un abogado, “churro total y hegemónico”. Si la aventura que comienza con el padre de la mejor amiga de su hija se deschava, ardería Troya.
Pero en “El bien” las cosas no son obvias porque Lautaro Vilo encuentra fascinante causar intriga y sorpresa en las y los espectadores: “Siempre en la obra uno genera un movimiento que genera conjeturas, para mí el asunto es dentro de esas conjeturas evaluar cuál puede ser posible pero sorprendente”.
En ese sentido, recuerda una función a sala llena en el conurbano bonaerense donde escuchaba a la gente emocionarse: “Eran 300 personas exclamando “¡Noooo!” y a mí no hay nada que me dé más placer que cuando escucho al público reaccionar a una que no se la venía venir, que estaba dentro de lo posible pero les corre el arco a la vez”.
La técnica que usa para escribir las obras es que una vez que encuentra el tema escribe la primera unidad de un tirón. Luego, la cosa se pone más difícil. “Estoy mucho tiempo pensando cómo sigue, viendo qué se entiende hasta acá, porque si hago A voy en el mismo sentido, no va a ser intensa, si hago A prima, B, C, D, y así”, dice. En el caso de la obra “El bien”, Lautaro explica que se apoyó en la interpretación de Verónica Pellaccini, que entra y sale de escena, alterna entre la narración y la reacción a escenas.
¿Por qué la gente sigue eligiendo ir al teatro teniendo tan a mano series, televisión y películas de cine teniendo en cuenta que implica salir de la casa y pagar una entrada? “El teatro sobrevive desde hace tanto tiempo porque podés imaginártelo, no verlo, por ejemplo, una escena sexual explícita” y “yo quiero lograr que el espectador la pase bien y se vaya de la obra pipón de imágenes y con alguna pregunta sobre su vida”, agrega.
Su vocación
Autor de una quincena de obras estrenadas nacional e internacionalmente, Lautaro asegura que su vocación es entretener y concibe al teatro como una celebración. “Todo el tiempo estoy pensando en el espectador, para mi hay una parte del trabajo que es ser anfitrión, como cuando organizás una fiesta: uno elige comida rica, piensa la secuencia en la música, en la luz, en la organización del espacio. Incluso en la construcción de una obra triste, dramática y no jocosa, finalmente se trata de una fiesta, el teatro es una fiesta, tiene que serlo”, asegura.
En ese sentido polemiza con la dramaturgia que busca ofender o enojar a los espectadores y considera: “No entiendo cómo en esta época se persigue escandalizar al espectador, me parece que ya el mundo es un escándalo, digo se prende fuego una provincia”. En cambio, Lautaro apuesta al lado lúdico. “Es extraño que en una época como esta nos juntemos a compartir una obra, un lugar para jugar a que creamos que esa persona que está ahí es otra persona”, reflexiona.
Por eso, como narrador busca generar en el teatro un dispositivo en el cual “capturar al espectador porque es hacer que tu cabeza esté tejiendo hipótesis y conmover ya sea para la risa, o el llanto. El sentido del teatro es compartir eso, si la gente se sienta y no entiende, no me parece”, opina Lautaro. “Yo me dedico a hacer teatro porque me interesa lograr un encuentro entre el espectador y la obra, si no sucede, en el medio empezás a pensar qué hago después de acá, me voy a comer una pizza”, dice y se ríe.
Su crianza en Plottier
Hace casi 30 años que Lautaro se fue de Plottier, la ciudad de su crianza y de la que mantiene buenos recuerdos. Su humildad contrasta con el extenso camino realizado desde el 2002 cuando luego de recibirse en la UNICEN en Tandil se instaló en Buenos Aires, donde trabajó como profesor asociado de Mauricio Kartún, a quien considera su maestro. Actualmente Vilo es profesor en la Maestría de Dramaturgia de la UNA y en la UADE, habiendo sido premiado a nivel nacional e internacional por su desempeño actoral y en la dramaturgia.
Si bien tres obras suyas han sido presentadas en Neuquén, El bien será la primera obra escrita y dirigida por él que se presente en Plottier. Por eso, tiene las emociones a flor de piel y la expectativa de que las salas se llenen de un público que salga contento. “En mi niñez no había cine ni teatros”, dice Lautaro, salvo por un intento fallido en el Club Plottier que hoy es anécdota.
“Le dije a mi papá que escuché que habría un ciclo de cine y quería invitar a unos amigos de la plaza a ver la película fantástica. Cuando fuimos éramos nosotros cuatro nomás. El VHS se proyectaba sobre una sábana que estaba desplegada de lado a lado del club. Entonces terminó y le pregunté al tipo del proyector qué iban a pasar la semana que viene. Vamos a ver, dijo, el asunto es que después nunca más”, recuerda.
Su primer acercamiento al arte fue en la Escuela de Títeres de Neuquén mientras que la lectura y la música fueron incentivadas por su mamá, Marta Schumann, concertista de guitarra, profesora y una de las principales promotoras de la apertura de la Escuela de Música de Plottier siendo su primera directora. Quien siguió los pasos de Lautaro fue su papá, Chicho Vilo, conocido panadero que se interesó en aprender. Así comenzó a actuar en el Teatro Zaguán, un teatro local que siguió creciendo y recibirá a Lautaro Vilo y Verónica Pellicini.
Además de dar clases en universidades, Lautaro enseña un taller de análisis de la obra Shakespeare, que al igual que El bien surgió en la nebulosa de la pandemia. En ese momento tuvo mucho tiempo para prepararlo y fue muy masivo porque mucha gente tenía tiempo para conectarse a las videollamadas.
Su pasión por la obra de Shakespeare surgió apenas llegado a Tandil y le sirvió para comprobar que estaba hecho para eso. Además, en ese momento no tenía plata ni amigos ni televisor, entonces lo leía para entretenerse. “Trataba de imaginarme la situación, como cine shampoo, y después ya cuando eran los años finales de dramaturgia en Buenos Aires lo volví a leer buscando herramientas”, rememora.
Shakespeare en el Cementerio
Años después le propusieron algo que jamás se le hubiera ocurrido. Rubén Szuchmacher, con quien trabajaba en la puesta de Enrique Cuarto, un día le dice que va a dirigir Rey Lear y le preguntó si se animaba a traducirlo. “Yo siempre digo, si el resto se anima yo me animo”, dice Lautaro. Finalmente estrenaron en 2009 con Alfredo Alcón en el rol principal y en 2012 en el Globe Theatre de Londres la segunda parte de Enrique IV. Luego tradujo Hamlet estrenada en abril de 2019 en el Teatro Municipal General San Martín, con Joaquín Furriel en el rol protagónico.
En 2023 por un amigo se le ocurrió armar visitas guiadas recorriendo el cementerio británico y la obra de Shakespeare. “Como empiezan de tarde y terminan de noche la gente se asusta un poco o se emociona mucho porque inevitablemente el recorrido tiene una reflexión sobre la vida, la muerte, la vitalidad, porque como dice Borges, las palabras del texto eran copiosas, fantásticas y agitadas”. Hacer Shakespeare en el Cementerio le permite a Lautaro disfrutarlo, sintetizar las búsquedas y hallazgos que realizó a lo largo de los años y la posibilidad de acercar a la gente al autor clásico.
Lautaro Vilo dice que “tiene cosas dando vueltas” entre manos sin adelantar demasiado qué. Quizá sea una obra bajo su dirección pensada para que la actúe su papá Chicho. Mientras tanto, El Bien aguarda para ser degustada por el público.
Fuente: LMN